5 de junio de 2017

“DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA” Y EL SOCIALISMO VULGAR

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

Algunas organizaciones de izquierda, que dicen basar sus análisis y estrategia en la teoría de Marx, ponen en el centro de su propaganda y agitación la demanda de “distribuir la riqueza”. Parecen pensar que esta es una forma de facilitar la comprensión y aceptación del socialismo por parte de los trabajadores. Esto tal vez explique por qué, durante las campañas electorales, la demanda se repite por todos lados, como si fuera una solución mágica.

No acuerdo con esa política. La razón principal por la que discrepo es que de esa forma se pone el acento en la distribución, y no en las relaciones sociales que subyacen a esa distribución, y que la determinan.

Con esto no niego que es posible mejorar, mediante las luchas reivindicativas, los salarios y las condiciones laborales (en particular, en las fases expansivas del ciclo económico), sin tener que acabar necesariamente con el modo de producción capitalista. Pero hay que ser consciente de que estas mejoras siempre tienen límites determinados por la lógica de la ganancia. Y que en absoluto acaban con la explotación del trabajo. Más aún, en tanto subsista el actual modo de producción, la clase obrera estará obligada a reiniciar una y otra vez las luchas salariales y contra la prepotencia del capital. Es que cuando los salarios amenazan seriamente la ganancia, el capital o bien reemplaza al trabajo por la máquina; o hace más lenta la acumulación; o se traslada a otra región o país. Por cualquiera de estas vías, o una combinación de ellas, pone límites a las mejoras de salarios y laborales.

Por eso, el objetivo del programa socialista no puede reducirse a una mejor distribución del valor agregado por el trabajo –esto es, a luchar para que disminuya la relación plusvalía/valor de la fuerza de trabajo. Como explica Marx en Salario, precio y ganancia, cuando se pelea por el salario se pelea contra los efectos del sistema capitalista, pero no contra la causa de los malos salarios, la desocupación, el pauperismo. Por este motivo, la bandera del socialismo debe ser la abolición del sistema del trabajo asalariado. Esta demanda supera el horizonte del sindicalismo, que siempre se limita, incluso en sus mejores exponentes, a exigir mejoras en la distribución.

Estas ideas también las encontramos en la Crítica del Programa de Gotha; escribe Marx:

“…es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y hacer hincapié en ella, como si fuera lo más importante. La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución” (edición elaleph, p. 18; énfasis agregado).

El enfoque marxista entonces se opone a la visión de los reformistas burgueses, socialistas vulgares, y semejantes, que ponen el acento en “la distribución de la torta” (torta = valor agregado). Recordemos que, de manera característica, Karl Dühring, decía que el modo de producción capitalista era bueno, pero el modo de distribución capitalista debía desaparecer. Inevitablemente, a partir de aquí, las cuestiones se plantean en términos de cuánto le corresponde al trabajo, cuánto al capital, si es “justo” tanto más o tanto menos, etcétera. Así se pasa por alto la pregunta esencial, que debería hacerse todo trabajador: ¿quién hizo la torta que va a repartirse? Con lo cual empezamos a cuestionar la relación de propiedad/no propiedad de los medios de producción y de cambio.

Existe todavía otro problema con la demanda de “distribuir la riqueza”, y es que induce a pensar que la solución de los males sociales pasa por distribuir los medios de producción entre los ciudadanos de algún modo “equitativo”. O sea, pasar a un modo de producción basado en el pequeño burgués propietario de su lote de tierra, de su pequeño taller, comercio o medio de transporte. El socialismo pequeño burgués siempre tuvo este norte; lo mismo ocurre con muchas variantes del populismo. Frente a la concentración y centralización del capital, la consigna parece ser “volvamos a la pequeña propiedad”. Para esta gente las calamidades sociales no tienen su origen en el capital, sino en el hecho de que este sea “demasiado grande”.

Naturalmente, comprendo el afán de algunos marxistas de quedar bien con el populismo pequeño burgués (máxime en campañas electorales), pero la realidad es que repartir la gran propiedad para volver a la pequeña propiedad es un objetivo reaccionario. Cambiar las grandes unidades productivas o comerciales por la pequeña unidad administrada por los propietarios individuales, significaría un retroceso en las fuerzas productivas. Por eso históricamente el marxismo no levantó la consigna de “repartir los medios de producción”, sino socializarlos. Esto es, que pasen a manos de la sociedad, de los productores asociados.

Como puede verse, se trata de cuestiones que afectan a la esencia de la teoría y la política del socialismo.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG. No espero que los votantes cheerleaders del PSOE, IU, Podemos, EQUO y resto de basura progre del sistema acepte la diferencia entre socialismo vulgar y socialismo a secas, ni siquiera que lo entienda. No dan para tanto. Pero sí que las nuevas generaciones que están entrando a una cierta forma de conciencia social y política vean por dónde va la cosa en realidad y no por donde nos la venden estos “sobreros” del capital.


3 de junio de 2017

AFGANISTÁN: CUANDO SE DISIPE EL HUMO, CUANDO SE ASIENTE EL POLVO

Guadi Calvo. alainet.org

Aunque la cifra todavía es incierta se estima entre 100 muertos y cerca de 500 los heridos, que dejó el ataque del miércoles en Kabul en el barrio diplomático. Según las informaciones un camión cisterna cargado de 1500 kilos de explosivos, conducido por un suicida detonó en la Plaza Zanbaq, epicentro de lo que se conoce como la zona verde de la capital afgana, un sitio ultra controlado por las fuerzas de seguridad, ya que allí se encuentran numerosas embajadas, oficinas relacionadas con agencias y organismos internacionales, además de muchas viviendas particulares, donde residen altos funcionarios del gobierno, empresarios y ejecutivos de compañías extranjeras.

La magnitud de la explosión, producida a las 8: 30 hora local, momento del ingreso de la mayoría de empleados y funcionarios que se desempeñan en las dependencias de la zona, afectó varias embajadas, fundamentalmente la de Alemania, donde murieron un par de funcionarios locales, se escuchó a varios kilómetros de distancia, afectando a más de 50 vehículos, dejando un pozo de siete metros de profundidad.

El ataque producido en los comienzos del Ramadán, el mes sagrado del islam, y en plena ofensiva de primavera del Talibán, anunciada a fines de abril, forma parte de otros ataques en diferentes regiones del país y parece preanunciar una temporada de alta conflictividad.

Si bien el ataque todavía no se lo ha adjudicado ninguna de las organizaciones que operan en el país, aunque el Talibán no suele adjudicarse los atentados donde las víctimas son muy numerosas, como es este caso. La agencia de seguridad pakistaní, con aceitados contactos en Afganistán, sospechan fundamentalmente de la Red Haqqani, un grupo muy próximo a los Talibán fundado por Yalaludin Haqqani, en los años setenta, que en la actualidad contaría entre 5.000 y 15.000 hombres. El grupo fue financiado por la CIA, en los tiempos de la guerra contra la Unión Soviética, participa, además de acciones terroristas, en otros ilícitos vinculado al tráfico de opio y heroína.

Dada la magnitud del ataque el gobierno ha puesto en marcha una campaña de donación de sangre, mientras que todos los servicios sanitarios de la ciudad han sido colapsados tras la emergencia.

Son varias las embajadas dañadas entre ellas las de Francia, Alemania, Japón, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, India y Bulgaria. Mientras que el gobierno alemán se vio obligado a retrasar la partida del vuelo chárter que devolvía a su país, un numeroso grupo de afganos expulsados de Alemania.

El último atentado de magnitud en Kabul, se produjo el 8 de marzo pasado cuando la toma del hospital dejó 30 muertos y 45 heridos, ataque que se adjudicado al Daesh.
La situación se degrada día a día, desde el 2014, cuando el gobierno de Obama inició el repliegue final de sus tropas, dejando a Afganistán en una situación casi más crítica que antes de la invasión estadounidense de 2001. Un atentado de estas proporciones, como hacía muchos años que no se producían ya no solo en la capital sino en el resto del país, indicaría claramente el nivel de perfeccionamiento de los terroristas, no solo por la capacidad para fabricar explosivos de esas proporciones, sino el poder penetrar en un área extremadamente controlada, ya no solo por la seguridad afgana, sino también por agentes y mercenarios extranjeros. Esto evidenciaría claramente que la policía y el ejército afgano armado y entrenado por los Estados Unidos, han sido infiltrados por la inteligencia terrorista. Son varios los hechos producidos en el interior del país donde un infiltrado entre las fuerzas de seguridad ha logrado no solo asesinar hasta una docena de militares, sino escapar con su armamento.

Según Washington, 20 de los 98 grupos que tiene catalogados como terroristas a nivel mundial, operan entre Afganistán y Pakistán.

Algo más que una guerra
Washington mantiene en Afganistán un poco menos de 10.000 hombres, y los diferentes países europeos otros tres mil en total, asignados fundamentalmente a tareas de entrenamiento de las fuerzas afganas, y con un área muy restringida de intervención fuera de sus unidades. El presidente Trump estaba dispuesto a enviar hasta 5.000 hombres más para contener el avance talibán y colaborar con el presidente afgano Ashraf Ghani, no solo jaqueado por cuestiones de seguridad sino también por su rivalidad política con su segundo Abdullah-Abdullah.

El jefe del Pentágono, el general James Mattis, quien estuvo semanas atrás en Afganistán, lugar al que conoce muy bien ya que estuvo allí destacado siendo general activo, declaró que 2017 sería un año extremadamente difícil para el ejército afgano y para las dotaciones extranjeras desplegadas en ese territorio.

La seguridad viene deteriorándose cada vez más en todo el país al tiempo que los diferentes grupos que operan en territorio afgano particularmente Talibán y Wilayat Khorasan (Daesh) que aspira a conquistar Pakistán, Afganistán, la India musulmana y Bangladesh. Kabul, hoy controla menos del 60% de los distritos del país, dejando el resto en manos de los grupos wahabitas.

El último 25 de mayo en la cumbre la OTAN en Bruselas, Donald Trump exigió a sus socios más compromiso, además de más aportes económicos, lo que produjo nuevas y notorias rispideces con la jefa del ejecutivo alemán Angela Merkel, para reforzar entre otras, la misión de la organización en Afganistán.

Lo que se ve es que será muy difícil alcanzar los niveles de intervención de 2009 y 2010, cuando el despliegue internacional alcanzó su máxima cota de 130.000 hombres, los que las fuerzas de seguridad afganas, con cerca de 300.000 hombres, no han logrado suplantar.

Tanto el ejército como la policía afgana, cuyos integrantes reciben en promedio 300 dólares al mes contra los mil básicos de un combatiente talibán, son desde hace tres años duramente golpeados por el extremismo: en 2015 5.000 miembros de la seguridad afgana fueron asesinados, en 2016 casi 7.000, según fuentes oficiales desde el 1 de enero al 24 de febrero de este año las bajas alcanzaron los 807 militares.

Si bien el refuerzo norteamericano tendría que haberse producido hace 10 días, su demora se debe a la espera de la decisión de sus socios europeos, lo que parece no conformar las exigencias de Trump.

Washington necesita evitar el colapso de Kabul, pero también sostener esa guerra y de alguna manera controlarla ya que son muchos los intereses que confluyen en la región, como los de Pakistán, India, Irán, Rusia, que tiene una presencia creciente de Rusia, y China y su famoso “camino de la seda”, con el que Pekín se comunicará de manera más ágil con los mercados de Asia Central, Rusia, India y Medio Oriente. Un conflicto de proporciones en Afganistán alcanzaría para desestabilizar toda la región y esa es una carta que sin duda Trump intentará tener a mano.

China también está siendo afectada por la presencia del integrismo religioso en la provincia de Xinjiang, puerta asía Asia Central, donde opera el grupo MITO (Movimiento Islámico del Turkestán Oriental)

Kabul, es, desde hace años, una ciudad sitiada por fuera y por dentro: barreras, controles móviles, check points, perímetros de seguridad, zonas restringidas, detectores de explosivos, cámaras de vigilancia, seguridad privada, centenares de agentes de inteligencia occidentales, bunkers y panes de evacuación, son demasiados elementos para que un conductor se infiltre sin más y pueda producir semejante atentado.

Quizás alguien vinculado a la seguridad occidental le haya aportado las coordenadas necesarias para poder alcanzar su objetivo y presionar a los países díscolos de la OTAN, a una intervención más decidida en Afganistán.

Quizás eso alguna vez se sepa, quizás no, pero sea lo que sea habrá que esperar a que el humo se disipe y el polvo se asiente.